El panorama de las ventas públicas en nuestro país, salvo contadas excepciones, sigue siendo desolador.
Esta misma semana, Trichet comentaba ante la Comisión de Asuntos Económicos y Monetarios de la Eurocámara en calidad de director del Consejo Europeo de Riesgo Sistémico (CERS) que “la crisis ha alcanzado una dimensión sistémica“, lo que “amenaza la estabilidad financiera de la UE y también incide negativamente en la economía real de Europa y más allá de Europa“.
Estas palabras no hacen sino explicitar algo que los españoles ya sabemos y que, desgraciadamente, venimos sufriendo desde hace años. Y me temo que seguiremos en una línea similar hasta que no haya un cambio drástico, que muchos identifican -al menos como un primer elemento- con un cambio de signo en el gobierno que de estabilidad y, sobre todo, confianza a los empresarios, a los emprendedores y al sistema financiero. Porque, no debemos olvidarlo nunca, en España hay capacidad y calidad; sólo se está esperando a que se den de nuevo las condiciones mínimas.
Evidentemente, este panorama nada atractivo influye en el coleccionista y, más aún si cabe, en el inversor. Los datos de las ventas hablan por sí solos. Y cuando uno repasa las listas de los lotes vendidos y de los no vendidos de las cinco grandes casas de subastas de nuestro país -Alcalá, Ansorena, Fernando Durán, Retiro y Segre-, la verdad se impone por sí sola.
Por supuesto que ha habido ventas y que las casas siguen subsistiendo vendiendo multitud de pequeños lotes –no en vano, en sus últimas licitaciones ofrecieron 1316 lotes Ansorena, 1205 Fernando Durán y 607 Retiro, por citar sólo tres ejemplos. Pero la sección reina, la pintura, ha bajado hasta niveles verdaderamente alarmantes.
Lo interesante, como es lógico, no es sólo el dato frío y desnudo, sino ver la tendencia que me parece que puede resumirse en el titular del artículo: riesgo cero. Lo cual tiene, en mi opinión, dos caras: se venden las piezas de los autores ya consagrados –casi todos ellos, muertos ya- que se ofrecen a un precio muy atractivo, sobre todo si los comparamos con los que se ofrecían hacia el año 2005 ó 2007. En esta lista estarían, por dar algunos nombres del siglo pasado como Benjamín Palencia o más modernos como Esteban Vicente, José Guerrero, Pablo Palazuelo, Manuel Rivera…, y por supuesto, los autores ya consagrados de siglos anteriores –siglo XIX fundamentalmente, aunque no sólo- que, por motivos de moda, pueden comprarse a precios más asequibles. En este apartado de consagrados, no funcionan las ventas cuando los precios son altos, más incluso que en el pasado –lo hemos visto con las obras de María Blanchard, de Darío de Regoyos, de Ramón Gaya, de Manolo Valdés, entre otros, que han salido a pujas, y que luego comentaremos-, salvo que sea una pieza verdaderamente excepcional: si ocurre esa situación, se produce lo contrario, que dos o más pujadores llegan a elevar el precio por encima de lo que en condiciones normales debería ocurrir: ejemplo claro, el óleo de Luis Feito en sala Retiro, vendido por 153.010 euros.
La otra cara de la moneda, del titular de la noticia, es que no se vende apenas nada de los llamados autores consagrados relativamente jóvenes, nombres que suenan mucho en las galerías y en las ferias, o un poco menos, pero que tienen todavía un camino largo que recorrer, al menos en el mercado secundario. Quizá el problema es que no han bajado suficientemente sus cotizaciones y los inversores piensen que no deben invertir más en un autor no absolutamente estable. Un ejemplo paradigmático, me parece, podrían ser las dos ceras de José María Sicilia que ofreció la sala Alcalá y que no encontraron comprador, una de 1993 salía por 6.000 euros y la de 2002, títpica suya, grande, de 185 x 157 cm, por 25.000 euros. En esa subasta, se quedaron sin comprador los óleos de José Manuel Broto, Ferrán García Sevilla –y se vendieron por la salida los de Joan Hernández Pijoán y de Txomin Badiola-; o los lienzos de Manolo Quejido, Juan Antonio Toledo y Juan Antonio Aguirre que ofrecía Segre; o los de los realistas Clara Gangutia, Jesús Ibáñez o Florencio Galindo de Ansorena.
Hecha la lectura, desgranemos brevemente las licitaciones.
Segre el 20 de septiembre, aunque sea por el precio de la salida, vendió los cuadros de Esteban Vicente (1903-2001) que ofrecía: el gouache y collage de papeles sobre lienzo (42 x 72 cm), por 12.000 euros; el de 1991, de acrílico, gouache y collage de papeles sobre lienzo (45,5 x 86 cm) por 17.000 euros, y Tensión (O/L, 1987, 132 x 162 cm), por los 40.000 euros de la salida.
El magnífico óleo de José Guerrero (1914-1992), pero de dimensiones reducidas, Corrientes azules, 1960 (O/L, 50 x 61 cm), subió de 17.000 euros a 20.000 euros. Un gouache del siempre elegante Pablo Palazuelo (1916-2007), Circino VIII (50 x 35 cm), de 2002, expuesto en la galería Soledad Lorenzo, se adjudicó por la salida de 18.000 euros. Y para los exquisitos, una macla de madera sobre base de mármol de Jorge Oteiza (1908-2003), de apenas 7,3 x 10 x 8 cm, realizada hacia 1957, cuando todavía esculpía y, sobre todo, hacía sus investigaciones en tizas y en madera, se adjudicó también por los 15.000 euros de la salida.
Como decíamos, los reconocidos en galerías pero con poco recorrido aún en el mercado secundario, no se vendieron: de Juan Antonio Toledo (1940-1995), Marilyn, 1976 (O/L, 100 x 100 cm, expuesto en la galería Juana de Aizpuru), no alcanzó los 35.000 euros; de Juan Antonio Aguirre (1945) ni su Peter Pan, 1991 (A/L, 195 x 162 cm) ni El palmero, 1990 (A/L, 195 x 162 cm) encontraron comprador por 8.000 euros; y de Manolo Quejido (1946), nadie quiso pagar 6.000 euros por una cartulina titulada Piloto, 1977 (A/cartulina, 100 x 72 cm).
Un caso diferente podría ser el del espectacular óleo de Luis Gordillo (1934), Mosaico número 6 (156 x 107 cm), fechado en 1982 y expuesto en la galería Fernando Vijande Madrid, y Miguel Marcos, Madrid. Era una oportunidad por la fecha de realización, con 46 años, de la que apenas hay obra en el mercado, pero los 36.000 euros más las comisiones y los impuestos de debería pagar el interesado hicieron que desistiese.
El día 4, tuvieron subasta Ansorena y Fernando Durán.
En la de la calle Alcalá, destacaron cuatro ventas. Del valenciano Mariano Benlliure (1862-1947), el Excmo. Sr. Duque de Veragua (bronce, fechada en 1914, de 57 x 52 x 34 cm) subió hasta los 22.000 euros desde unos, evidentemente escasos, 6.000 euros. No obstante, la sorpresa ya había saltado al ser adjudicada una Virgen niña orlada de flores (O/L, 77 x 64 cm), de Escuela sevillana S. XVIII por 6.500 euros, desde una salida, eso sí, de 800 euros: evidentemente, la calidad de las flores hablaba de otro autor, del que algún día hablaremos…
La entrega de las llaves a San Pedro (O/L, 113 x 175 cm), del italiano del siglo XVIII Giovanni Battista Lambranzi, subió de los 12.000 euros de la salida hasta los 28.000 euros, y La Giralda, vista desde Placentines (O/L, 91 x 67 cm), firmada y fechada en Sevilla en 1858, de Joaquín Domínguez Bécquer (1817-1879), alcanzó los 14.500 euros de remate, lejos de los 10.000 de la salida.
De los realistas conocidos: Florencio Galindo (1947) no vendió por 2.800 euros sus Rosas (Óleo sobre tabla, 30 x 42 cm) –sí, su Perdiz enjaulada (O/T, 28 x 30 cm) por la salida, los muy asequibles 1.200 euros-; Jesús Ibáñez (1947) no encontró comprador por 2.000 euros para Nazaret (O/L, 65 x 90 cm), firmado y fechado 97; y para los lienzos de Clara Gangutia (1952), su mujer, tampoco hubo interesados: Arco Iris, 1991 (O/L, 31 x 50 cm, 3.000 euros) o Paisaje, 1993 (O/L, 50 x 100 cm, 3.000 euros).
En cambio, de la consagrada sevillana Carmen Laffón (1934), su Jarrón de flores, 1966 (O/T, 45 x 45 cm) subió de los 9.000 euros a los 13.000 euros, un precio muy atractivo dada su calidad.
En Fernando Durán, se vendió muy bien la pareja de retratos, atribuidos a Federico de Madrazo (1815-1894), de la Infanta Luisa Fernanda de Borbón niña e Isabel II niña con abanico (O/L, 78,5 x 57 cm), de la colección del Duque de Hernani, pues subieron de los 9.000 a 15.665 euros cada uno. Especialmente interesante fue la venta por 48.200 euros, desde los 30.000 euros de la salida, del Paisaje de Castilla con camino (O/L, hacia 1950, 65 x 82 cm) de Benjamín Palencia (1894-1980), y la postventa del relieve de Juan Luis Vassallo (1908-1986), Homenaje a Goya (piedra, 1967, 200 x 400 cm), que había estado en la entrada del edificio Vitalicio de Madrid, y por el que se hizo una oferta por los 90.000 euros de la salida, incluyendo ya comisiones e impuestos, que fue aceptada por el dueño.
No hubo interesados en las piezas de José Manuel Ballester (Puerto de Ámsterdam, 1944, O/cartón/T, 32,5 x 103,7 cm, 4.500 euros), de Juan Navarro Baldeweg (Paisaje con luz cuadrada, 1999, O/L, 130 x 162 cm, 14.000 euros), de Antonio Saura (Retrato imaginario, 1956, acuarela y tina/papel, 39,5 x 29,5 cm, 25.000 euros), de Equipo 57 (Sin título, hacia 1957, gouache/papel, 28,3 x 28,3 cm, 5.900 euros), de José Guerrero (Sin título, 1984, O/papel, 66 x 50 cm, 20.000 euros), y de un largo etcétera.
Buena venta, en cambio, para el Interior con silla (O/L, 1981, 140 x 110 cm) de Guillermo Pérez Villalta, que salía por unos atractivos 6.500 euros y alcanzó los 15.665 euros.
La subasta de Alcalá, preparada con esmero y con una selección de piezas muy cuidada, ha sido un verdadero varapalo, con menos de 350 lotes vendidos…
En pintura antigua, la pareja de Bodegones de cocina, h. 1640 (O/L, 63 x 81,5 cm, 85.000 euros) de Francisco Barranco (pintor activo en Sevilla entre 1630 y 1640) no se vendió. Tampoco las magníficas acuarelas (83 x 68,5 cm y 12.000 euros cada una) de Ricardo de Madrazo (1852-1917): los retratos del Emperador Carlos V a caballo y Felipe IV a caballo, que procedían de los Condes de Leyva. Igual suerte corrieron los lienzos de Anita Delgado la Camelia, h.1905 (O/L, 156 x 107 cm, 25.000 euros) de Anselmo Miguel Nieto (1881-1964) y el buen Rage de dents, c.1927-29 (O/L, 55,5 x 38 cm, 90.000 euros) de la santanderina María Blanchard (1881-1932).
En cambio, se vendieron el grande y sencillo Espai Blanc amb casa, 1989 (O/L, 162 x 130 cm) de Joan Hernández Pijoán (1931-2005), expuesto en la Galería Soledad Lorenzo, Madrid, por 44.580 euros (una puja más d ela salida, 35.000 euros). El canario Martín Chirino (1925), adjudicó su Oölogy, 1973-74 (bronce, PA 5/5, 30 x 20 x 5 cm), origen de la famosa serie Afrocán, por 15.454 euros, lejos de los 6.000 euros de la salida. Y del vasco Txomin Badiola (1957), en la salida, 3.000 euros más comisiones e impuestos (3.564 euros) Manhattan Door 23, 1990 (Tm/madera, 91 x 214 cm), expuesta en la Galería Soledad Lorenzo, Madrid.
Como comentamos al inicio del artículo, ha sido especialmente llamativo que varias piezas de los consagrados no se hayan vendido. De Manolo Valdés, su Zapato en un escaparate amarillo, 1994 (O/ arpillera, 137,2 x 160 cm, de la Galería Marlborough, Madrid), no encontró comprador que pagase los 120.000 euros. De José María Sicilia, no se vendieron ni La luz que se apaga, 2002 (Tm/cera, 185 x 157 cm), por 25.000 euros, ni Colmena, 1993 (Tm/cera, 104 x 104 x 7,5 cm) por 6.000 euros, expuestas ambas en la galería Soledad Lorenzo, de Madrid. De José Manuel Broto, B, 1988 (A/L, 230 x 230 cm) no alcanzó tampoco los 30.000 euros de la salida. Como comentábamos en nuestro anterior artículo, había sido comprada por 38.400 euros en octubre de 2005 en Christie’s Madrid, y el dueño estaba dispuesta a venderla, por unos 25.000 euros (el precio de salida menos la comisión de la casa de subastas más los impuestos), perdiendo unos 13.400 euros, casi un 50%… Pues bien, ni por esas. Tampoco hubo pujas para La pintura, 2000 (O/L, 92 x 80 cm, 5.000 euros) del sevillano Manolo Quejido ni para Sin título, 1988 (O/L, 195 x 170 cm, 18.000 euros) del mallorquín Ferrán García Sevilla.
Sala Retiro tampoco se ha salvado de la quema, como quien dice, aunque es cierto que la venta del cuadro de Luis Feito (1929), 301-M-0 (O/L, 1960, 115 x 147 cm), que subió de los 70.000 euros de la salida hasta los 130.000 euros (153.010 euros (203.315 dólares) ha ayudado bastante. No ha quedado claro aún si es el nuevo récord del autor en subasta puesto que el anterior, un bellísimo Número 175B (Tm/L, 1960, 160 x 180 cm) se había vendido en Sotheby’s Londres en febrero de 2007 por 108.000 libras (estimación ridícula de 25.000 a 35.000 libras): 164.009 euros (212.620 dólares), al cambio de ese día…
Se vendió, por la salida de 22.00 euros, pero se vendió (25.894 euros), la Metamorfosis (Capricho II) (Tm/bastidor de aluminio, 100 x 72 cm), realizada y fechada en 1962 por Manuel Rivera (1928-1995). Era la segunda obra de la serie Metamorfosis, de la que hizo 16 piezas. Subió sorprendentemente, por encima incluso de la aparente lógica, Espectador de espectadores, 1972 (papel maché, 80 x 145 x 47 cm), del Equipo Crónica, que subió desde los 12.000 hasta los 22.500 euros, pagándose un total de 26.482 euros. Una última buena venta: las
Marismas (O/L, 1909, 67 x 120 cm) del barcelonés José Masriera, subieron de 5.000 a los 13.000 euros, lo que significa 15.300 euros.
En cambio, hubo demasiados lotes que no encontraron comprador. Por ejemplo, el Bodegón con cardos (O/L, 55 x 110 cm, 120.000 euros) del madrileño Francisco Barrera (hacia 1595-1658); ni la Dama en el bosque. Odalisca (O/L, hacia 1915, 95 x 120 cm), de Celso Lagar con influencias de Joaquín Sunyer, su maestro, que esta vez salía por 22.000 euros; ni el Estudio de calabaza (O/T, 12,5 x 18 cm, 18.000 euros), hacia 1874, de Mariano de Fortuny (1838-1874), boceto para el Estudio del natural para la obra La playa de Portici, Villegiature (O/L, 70 x 130 cm); ni el buen óleo de las Dos hermanas (O/L, 68 x 55 cm, 3.000 euros) de Jaume Mercader 1887-1967); ni el Cilindre amb lletres (terracota, pieza única, 59 x 20 x 20 cm, 60.000 euros) de Antoni Tápies (1923).
Parece evidente que, si se quiere vender hoy día, hay que revisar mucho los precios, contando con hacer grandes descuentos. Los coleccionistas e inversores compran obra de autores reconocidos porque está más barata que hace unos años, con vistas a futuras revalorizaciones, pero piezas de mediana calidad a precios caros, en la línea de antes de la crisis, de autores con un cierto nombre, el riesgo que se quiere correr es cero. Publicado por Daniel Díaz el 13 de octubre de 2011.