Entrevista a Juan Uslé (Santander, 1954)

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Publicado por Daniel Díaz en La Gaceta de los Negocios el viernes 24 de abril de 2009.

Desde 2005, en que pudimos ver su aclamada retrospectiva en el Palacio de Velázquez, no exponía en Madrid. Ahora, tras la sesión de fotografías en la propia galería, comenzamos hablando de las que él hace, y la conversación surge fluida, sin prisas, amable, pausada y precisa, como él, como su pintura.

Para mí, nos cuenta, la fotografía siempre ha sido un lenguaje paralelo. La misma mirada que hay en mi pintura está en mi fotografía, pero mediatizada a través de una lente. Recojo fragmentos robados, cogidos de la vida cotidiana, de la calle, que me hacen sentirme mejor porque en el fondo me sirven para entender y decirme a mí mismo que no estoy tan sólo, que mi lenguaje no está tan aislado respecto al lenguaje de la vida.

¿Tras años de trabajo, cómo ves tus ideales y tu forma de pintar?

Ves y te explicas las cosas de otro modo. Ha pasado el tiempo y, poco a poco, he vuelto a descubrir la capacidad de sentir cosas muy elementales, de valorarlas muchísimo. Tras periodos duros y difíciles, he aprendido a hacer las cosas de nuevo, re-aprendiendo incluso a mover la punta de un lápiz sobre una hoja y descubrir la belleza del recorrido de esa línea. Es necesario hacerlo si quieres sobrevivir. Si quieres cargar de experiencia las cosas, tienes que desprenderte de lo que ya conoces. Yo me lo planteo cada cuadro. En un viaje que hice en 1989 a Nepal descubrí que el saludo habitual, nemasté, era un saludo a lo diferente, a lo que te hace especial y distinto del otro. Desde entonces trato, no de conducir el cuadro hasta el lugar donde sabes que se hace un juan uslé, sino de dejarme conducir por él, abandonando mi experiencia. Trato de borrar todo eso y escucho mucho más. Y para eso necesito conceder mucho más tiempo al proceso y, sobre todo, al cuadro.

Sin embargo, hay un estilo juan uslé.

He intentado conscientemente apartarme de ese estilo. Para mí, algunos de mis colegas antecesores, de El Paso y de esas generaciones anteriores, habían caído en una especie de trampa cuando, al ser aclamados por conseguir algo diferente, con un lenguaje personal, morían porque comenzaban a usar una manivela haciendo juanes uslés. Y yo quería huir de esto.

Es el peligro de dejarse llevar por la demanda y caer en una producción sin vida.

Prefiero que mis cuadros sean peores, más imperfectos formalmente hablando, pero que tengan aliento. Si no tiene voz, no sirve. Yo tenía resuelta esta exposición en enero; los cuadros estaban, pero el que no estaba era yo; no me había perdido suficientes veces en el estudio girando los cuadros, viéndolos en estados emocionales diferentes… No puedo dedicarme a producir y producir; lo que saco, tiene que ser bueno. Es una cuestión de tiempo, y quizá necesite tenerlos más tiempo porque espero más de ellos. Debo estar convencido de que los cuadros se imponen a mí.

¿Se empantanan a veces?

Cuando un cuadro está en un punto interesante pero que no acabo de verlo, lo dejo y vuelvo sobre él tiempo después porque muchas veces es uno el que no sabe escuchar lo que está pasando allí. Y si no lo haces, te lo cargas; muchas veces me he cargado cuadros, muchísimos cuadros.

¿Qué hay de nuevo en esta exposición?

Formalmente dicen que son más luminosas; yo, sinceramente, no lo sé. Noto que, aunque no haya cuadros oscuros, están por debajo; noto el pulso vital de esas obras. Y, en ese sentido, he sabido utilizar mejor el tiempo; he sabido quitarme las prisas.

Ese paso, desde luego es muy importante.

Esa es mi vida. En mi pintura es importante que no esté todo perfectamente fijado: ¡odio esa palabra! Me gusta la idea de ser preciso, prístino, pero para que en esos lugares donde acontece la luz, se genere vida. Quiero que existan voces anónimas, de esas que aparecen entre las franjas de colores, o una línea que se mete por debajo y rompe el espacio. Mis cuadros son como un cuaderno, con muchas hojas escritas contando historias, pero donde se ven todas superpuestas; ahí surge toda una serie de letras y palabras malatadas. Quizá haga menos cuadros pero serán buenos. Estos cuadros me animan a pintar, y a pintar muy bien; hay muchas cosas que decir aún.

PERFIL:

Cuando estaba en la facultad de Valencia, recibió la carta de un galerista de Madrid que quería que expusiese en su galería. Como no hizo caso, recibió una segunda, y fue. Pero la misma puerta de la galería le impuso tanto, que se dio media vuelta y no entró. Así era Juan Uslé. Han pasado los años, han llovido múltiples premios –el Nacional de Artes Plásticas en 2002, por citar uno-, sus exposiciones se han multiplicado y sus obras son buscadas a precios de oro por coleccionistas que esperan expectantes esta exposición. Pero Juan Uslé sigue escuchando a su Capitán Nemo, con la mirada en la sombra, tratando de aprender cada día.

Publicado por Daniel Díaz en La Gaceta de los Negocios el viernes 24 de abril de 2009.